EDUCACION POR EL ARTE
(Herbert Read)


"Educación por el Arte” es un libro publicado en 1943, escrito por el inglés Herbert Read, ensayista, poeta, crítico de arte y especialista en arte contemporáneo. Entre todas sus publicaciones, numerosas y de gran calidad, sobresale esta como una de las mas influyentes, si se tiene en cuenta su difusión y aplicación en medios académicos de países europeos y americanos. Escrito con vehemencia, con la pasión de un artista y con el cuidado de un artesano, desarrolla en sus trescientas páginas (de la traducción al español) una tesis de vital importancia para el avance de la educación y la sociedad. Parte de la propuesta que Platón enuncia en su libro La República, donde afirma que “el arte debe ser la base de la educación” .


Cada uno de los once capítulos del libro los utiliza H. Read para tratar de justificar, unas veces científicamente y otras hipotética e intuitivamente, la importancia y la trascendencia del arte en la educación. Entiende el arte como “...un modo de integración -el modo más natural para los niños- y como tal, su material es la totalidad de la experiencia. Es el único modo que puede integrar cabalmente la percepción y el sentimiento”. En este concepto encontramos que H. Read considera la experiencia, “memorable y utilizable en la medida que toma forma artística”, como un hecho necesario y conveniente para los niños en el medio educativo; pero además involucra dos elementos complementarios que hacen parte de lo que él concibe como arte y por supuesto de la estructura mental de una persona: la percepción y el sentimiento. El primero, ligado con los sentidos, con el aprendizaje, con la parte lógica de la persona; el segundo, atado a la sensibilidad, a la emotividad, a la intuición. Es este hecho dual, integrador, complementario, dialéctico, que el autor considera no se ha tenido en cuenta en el sistema educativo a través de la historia, con algunas excepciones.


La educación, según Read, deberá orientarse a: “...preservar la totalidad orgánica del hombre y de sus facultades mentales, en forma tal que a medida que pasa de la niñez a la edad adulta, del salvajismo a la civilización, conserve sinembargo esa unidad de conciencia que constituye la única fuente de armonía social y de felicidad individual”. Identificamos en esta afirmación otros elementos cruciales en la concepción de H. Read: su insistencia a través de las páginas que la educación debe buscar como fin último no la generación de conocimientos sino de sabiduría, no la producción de mayor cantidad de obras de arte sino mejores personas y mejores sociedades. Su concepción es que la educación debe ser ante todo integradora, mutualista, generadora de compensaciones y equilibrios, una forma incesante propiciadora de felicidad.


Su tesis original la lleva hasta identificar el arte y la educación en un mismo y único fin. Está convencido, con absoluta certeza de este hecho, al afirmar: “... la finalidad del arte en la educación, que debería ser idéntica a la finalidad de la educación misma". Considera que la educación ha padecido una tendencia exagerada, no conveniente, hacia el pensamiento lógico, “incapaz de actividad imaginativa y pensamiento sensorial”. Le suma además a esta ‘aberración’ de nuestros sistemas educativos tradicionales, el “hábito de establecer territorios separados y fronteras inviolables”, contrariando la estructura orgánica, integradora, de nuestra mente y nuestra sociedad. Considera que “...la concepción aceptada de la educación como colección de materias en competencia, enseñadas por especialistas separados en aulas separadas, es tan grotesca que no puede responder a principio alguno de organización, sino solo a la acumulación caótica de un proceso histórico no dirigido”


“Mi punto de partida es la sensibilidad estética”, afirma H. Read, haciendo una invitación a quienes de algún modo estamos vinculados con la educación para que nuestra actitud monótona y displicente y nuestra visión sesgada de las actividades propias del oficio, se encaminen por la ruta de la estética, de la belleza, de la creatividad, del juego. La invitación que hace el autor es un cambio de paradigma en la concepción que se tiene de la educación, tanto para maestros como para estudiantes y padres de familia. Es tener la convicción y la decisión de que un cambio pequeño en la práctica educativa, por parte de los maestros, generará un salto dialéctico en los estudiantes. Es una invitación a los Estados para que su política educativa genere espacios reales donde la enseñanza y la práctica del arte en las escuelas y colegios sea un hecho revolucionario. Dicho de otra manera: “Necesidad de ampliar nuestras estrategias de enseñanza a fin de que podamos desarrollar técnicas que presenten y manipulen la información de nuevas maneras”. Debemos aplicar novedosas prácticas educativas que motiven a estudiantes en el proceso sencillo y diáfano de sembrar sabiduría en campos fértiles de creatividad. En otro aparte, complemento a lo que venimos comentando, el mismo Read nos dice: “En última instancia, no hago distinciones entre ciencia y arte, salvo como métodos, y creo que la oposición entre ambas en el pasado se ha debido a una concepción limitada de ambas actividades. El arte es representación, la ciencia es explicación -de la misma realidad-”. La visión amplia de Read se extiende al campo de la ciencia. La interpretación que podemos hacer de su teoría es que la parte estética, bella, está presente en todos los campos de la actividad humana, no solo en el arte, también en la ciencia, porque aquí también hay belleza, como lo afirma Steven Weinberg: “Y de hecho, es la teoría de Einstein la que es más bella, debido en parte a la simplicidad de su idea central de la equivalencia de gravitación e inercia”.


Un ejemplo práctico, de la teoría que nos propone Read, de aplicación local en nuestra Universidad Nacional de Colombia, sede Manizales, en la carrera de Ingeniería Industrial, es el estudio, análisis y práctica del libro de Betty Edwards en una de sus materias, donde los estudiantes realizan las actividades propuestas allí, enfocadas al aprendizaje del dibujo. Su autora, investigadora y docente nos dice en relación con la educación artística: Yo, sinembargo, opino que las artes sí son imprescindibles para el aprendizaje de formas de pensamiento específico, visual y perceptivo, del mismo modo que la lectura, la escritura y la aritmética son imprescindibles para el aprendizaje de formas de pensamiento específico, verbal, numérico y analítico. Creo que ambos modos de pensamiento -uno para comprender los detalles y el otro para ver el dibujo al completo, por ejemplo- son vitales a la hora de adquirir las habilidades del pensamiento crítico, de la extrapolación de significados y de la resolución de problemas. Cincuenta años después que Herbert Read publicara su obra, se confirma su tesis con conocimientos más detallados y mejor sustentados de nuestro comportamiento, fundamentados en los hemisferios cerebrales y teniendo estudios e investigaciones a los que el autor inglés no tuvo acceso. Para complementar la referencia a este caso práctico, en la edición número 114 de esta misma revista Aleph (julio/septiembre, 2000) su director, Carlos-Enrique Ruiz, en el artículo “Educación por el arte, de Herbert Read”, se refiere al caso de Livia González y Graciela Díaz, quienes aplicaron su experiencia pedagógica durante ocho años en la formación musical de niños de 4 a 6 años, con excelentes resultados. Son dos pequeñas muestras ejemplares de las posibilidades y alcances prácticos que se pueden dar en el medio educativo, sin ataduras, sin directrices oficiales, sólo la voluntad del maestro y la venia de sus estudiantes.


A mediados del siglo pasado un pequeño grupo de intelectuales y amantes de la enseñanza del arte en escuelas, colegios y universidades, publicó una serie de libros que se convirtieron en fuentes primarias y generadoras del espíritu que hoy defienden, con total certeza de sus afirmaciones, investigadores como Howard Gardner, el de las Inteligencias múltiples o Eisner Elliot, autor de varios libros relacionados con la enseñanza del arte. Entre aquellos están Herbert Read, autor de Imagen e idea y Arte y sociedad, entre otros, y Víktor Lowenfeld, autor de El niño y su arte y El desarrollo de la capacidad creadora. Read, con más resonancia y aplicabilidad que Lowenfeld, se fundamenta en algunas afirmaciones hechas por este para complementar o justificar su obra. En su libro, Educar la visión artística, Eisner Elliot afirma que para Lowenfeld “el arte es una herramienta educativa que puede cultivar la sensibilidad del hombre, fomentar la cooperación, reducir el egoísmo y, por encima de todo, desarrollar una capacidad general de funcionamiento creativo”. Se infiere que los dos autores se mueven en la misma línea de considerar el arte como un mecanismo de mejoramiento de la convivencia ciudadana, de la participación democrática y de la generación de la creatividad en niños y jóvenes. Para Elliot el arte cumple tres funciones principales: “Una función del arte es ofrecer un sentido de lo visionario en la experiencia humana....Funciona también como un modo de activar nuestra sensibilidad....Una tercera función del arte es su capacidad de vivificar lo concreto” . Resulta alentador para nuestros comentarios del libro de Herbert Read y su obra en general, que sus postulados defendidos con sapiencia y tozudez, se confirmen y se amplíen cinco décadas después. Concluye los comentarios que hace Elliot de Read de la siguiente manera: “En definitiva, las afirmaciones de Read sobre el arte, los niños y la educación son estimulantes y eruditas pero, en cuanto a la forma, están fuera del dominio de la validación empírica”. En el transcurso del libro de Read se puede detectar una serie de hipótesis que lanza el autor y que deja para la posteridad su posible comprobación, lo que de ninguna manera le quita méritos al autor, pues bien se sabe que en el campo de los sentimientos, de la estética, de la belleza y de la intuición, la ciencia experimental solo se aproxima parcialmente con resultados apenas satisfactorios.


En su libro Educación artística y desarrollo humano, Howard Gardner afirma, concediéndole la razón de sus propuestas a Read que: “En el trabajo llevado a cabo con mis colegas durante los últimos años...se encuentran pruebas convincentes de que los estudiantes aprenden de manera eficaz....cuando su aprendizaje artístico está anclado en la producción artística; cuando hay un intercambio fácil entre las diversas formas de conocimiento, incluyendo las formas intuitivas, artesanales, simbólicas y notacionales; y cuando los estudiantes gozan de una holgada oportunidad para reflexionar sobre su progreso”. Es necesario, urgente, si se quiere tener un país con mejores oportunidades, con mejores personas, con mejor calidad de vida, ceder el paso a una educación más integral, más dinámica, más ecléctica y menos verbalista y academicista.


Cuando uno como docente se para al frente de un grupo de niños o jóvenes ansiosos y les retribuye esa ansiedad con exagerado verbalismo o con la actitud pasiva y rutinaria de quien no tiene nada más que ofrecer, siente en carne propia la frustración y la rabia de saber que ellos están siendo engañados. La taza está llena y comenzó a rebosarse. Las amenazas, los regaños, los insultos, las palabras vacías, no calan en lo niños y jóvenes. Sólo la acción de una verdadera propuesta revestida de percepción, de creatividad, de belleza, de arte, de ciencia, de lógica combinadas, llegará al cerebro y al corazón de los estudiantes y despertarán del letargo humillante que los acosa y los tiene como muertos. Igual que a los maestros y maestras.


“En efecto, mi pretensión importa nada menos que lo siguiente: que el arte, ampliamente concebido, debería ser la base fundamental de la educación. Pues ninguna otra materia puede dar al niño no solo una conciencia en la cual se hallan correlacionados y unificados imagen y concepto, sensación y pensamiento, sino también, al mismo tiempo, un conocimiento instintivo de las leyes del universo y un hábito o comportamiento en armonía con la naturaleza”. Pretensión alcanzada con creces en algunos sitios de este mundo, pero aun por alcanzar en el nuestro.

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